lunes, 20 de septiembre de 2010

Del olvido

Oogami está muy confundido y camina sin mirar los semáforos de la ciudad infinita. El destino ha venido a sorprenderlo dos veces con el milagro opuesto: el descubrimiento del amor y el encuentro del olvido.

“La carga más pesada nos destroza, somos derribados por ella, nos aplasta contra la tierra. Pero en la poesía amatoria de todas las épocas la mujer desea cargar con el peso del cuerpo del hombre. La carga más pesada es por lo tanto, la imagen de la más intensa plenitud de la vida. Cuanto más pesada sea la carga, más a ras de tierra estará nuestra vida, más real y verdadera será.

Por el contrario, la ausencia absoluta de carga hace que el hombre se vuelva más ligero que el aire, vuele hacia lo alto, se distancie de la tierra, de su ser terreno, que sea real sólo a medias y sus movimientos sean tan libres como insignificantes.” [*]

Piensa en Yui y en las palabras del portugués. Camina sin mirar y siente la enorme carga que lleva consigo, el amor inaudito, la pasión desenfrenada, la resignación al destino.

Y es que no tuvieron que existir seis coincidencias para unir al destino de Oogami con el de la señorita del escaparate, bastó una mirada para entender que era ella la persona por la que él se despertaría todas las noches a componer partituras, que serían para ella las caminatas, las sonatas en el auditorio estatal, los poemas, todo de él sería para esa chica cuyo nombre aparecía breve y perfecto en la pequeña placa que llevaba a la altura del seno derecho.

-Yui- dijo.

-Perdón, ¿nos conocemos señor?

-De toda la vida.

Para suerte de Oogami, Yui era otra romántica empedernida. Capturó la frase al vuelo y dos horas después estaban en la parte de la tienda, abrazándose como dos amantes que se reencuentran después de meses.

(La verdad, eran dos amantes que no se encontraban durante toda una vida.)

Esa noche caminaron por medio Tokio y Yui miraba la ciudad como maravillada, fascinada de edificios que había conocido toda una vida, de calles que recordaba hasta con los ojos cerrados que ahora de repente acaparaban una belleza única por andar por primera vez del brazo de alguien. ¿Recuerdas Orión? No, dice ella. Ahora lo recordarás por siempre, dice él mientras señala un pequeño cinturón de estrellas y una figura imaginaria.

Se quisieron hasta el cansancio. Ella salía puntual de la tienda y lo abrazaba como si la ausencia durara años y no seis horas laborales que eran lo que la distanciaba del amanecer en su casa. Oogami iba con ella al cine, al restaurant, a los juegos, a todo lado, aunque si el día lo ameritaba iban directo a casa y se ahorraban el trámite. Oogami la amaba como si los fueran a separar de repente (quien sabe si su corazón ya presentía que todo lo que empieza acaba), daba el alma y el cuerpo por ella, mujer flexible que con increíble resistencia demostraba ser una gran amante a pesar de su frágil figura. Trabajaba con una sonrisa increíble, en el estudio los demás abogados sospechan y se alegran por ese muchacho tan sincero, a la vez que lo alientan para que no se deje atrapar tan joven por una mujer.

-Caramba, si eso es lo que intento.

Pero como toda historia de amor, la felicidad exige un pago (siempre lo hace). Yui nunca se había sentido tan ligera, nunca, y era feliz. Pero fue justamente esa ausencia de carga lo que la atormentó: se olvidó de contarle a Oogami de su madre enferma, de su padre alcohólico, de su hermano drogadicto. Se olvidó de contarle que ella había viajado únicamente para reunir el dinero suficiente para pagar una operación para su catártica madre y que tenía que volver, se lo prometió con el corazón en la mano. Es por eso que cuando el hermano llegó un día a la tienda para decirle que la madre se moría es que Yui partió sin decir nada, sin arreglar nada, únicamente con su tafetán del trabajo y la placa con su nombre. Llegó directo a la posta y encontró a su madre dirigiendo plegarias a todos los dioses, todos.

Oogami esperó pacientemente la llegada de la noche y no sucedió nada. Había dejado el champán listo y la cena servida para celebrar sus diez meses de relación pero ella nunca llegó. A las doce llamó a sus compañeros de la tienda quienes lo maldijeron por interrumpirlos en medio de la noche y a la vez le dijeron lo que habían visto.

-Vino un joven y ella se fue inmediatamente con él.

No sintió celos, pero si miedo. ¿Quién era aquel joven? ¿Por qué se había ido y no regresaba? Las primeras luces de la mañana comenzaban a asomar por los edificios y Oogami fue directo a la comisaria, donde los oficiales lo mandaron a dormir argumentando que se necesitan veinticuatro horas para declarar a una persona desaparecida.

No fue al trabajo, ni ese día ni toda la semana. Lo buscó Touji al tercer día y lo encontró sin asear, con el refrigerador vacio y los ánimos por el suelo.

-No puedo despegarme del teléfono. ¿Y qué si justo en ese momento llama?

Pero nunca llamó. Pasaron los meses y él necesito una cachetada de su hermana para salir de ese tonto encierro. Se sentía leve y detestaba sentirse así. No es que ella haya sido una carga, sino que lo hizo sentir el mundo como si ahora por fin fuese real, andaba alegre por gusto, mirando de reojo el futuro y sonriendo. La extrañaba, la extrañaba mucho y no sabía cómo continuar sin ella: después de haber probado miel, ¿cómo volver a la cotidiana hiel de la soledad?

Se quedó al lado del teléfono por siempre, esperando que llamase, atento al timbre y sin música, por si tocase la puerta. Se quedó siempre a la espera hasta que llegó su final y dijo debo seguir adelante. Fue muy, muy difícil, pero no imposible. Se lavó muy bien la cara y se afeitó, esta vez sin prisa y sin estar atento al teléfono. Maldijo todo el tiempo perdido y les dijo a todos que estaba bien, mientras su corazón lloraba y sabía que nada sería igual, que aquella mala mujer le había arruinado la vida: es lo malo de subir hasta el cielo y sentir el maldito vértigo, es lo malo de creer de verdad que ahora todo estará bien y no medir las consecuencias, maldijo todo el tiempo perdido y al amor desperdiciado pero no a la mujer que lo hizo sufrir, era incapaz de llegar hasta ese extremo con alguien que había puesto un antes y un después en su vida. Nunca se le ocurrió imaginar que ella se accidentó en el tren de regreso a Tokio y que quedó en coma durante dos largos años y que cuando se recuperó totalmente (cosa que era un milagro único en cualquier parte del mundo) al volver encontró la casa de él vacía, los amigos perdidos por el mundo y la madre muerta por la pérdida de la hija.

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Yui sale silenciosa por la calle. Mira cada semáforo atenta y cruza calmada con los ojos mirando al suelo. De pronto oye un grito en lo alto y mira. Era un niño desde una ventana llamando a su mamá, pero ya es demasiado tarde y al mirar arriba no pudo evitar soltar una lágrima.

Sí, miró al cielo y reconoció Orión. Y en efecto, nunca lo olvidará.

[*] Pag. 9, “La insoportable levedad del ser”, Milan Kundera.

domingo, 19 de septiembre de 2010

El hombre que no podia dejar de masturbarse

Cuando octubre cayó sobre sus ojos
Se agotaron los días de verme en enojos
Caminaba entre islas sin puerto seguro
Como ciegos que miran de reojo el futuro

Qué nadie me apague la luz para poder ver sus ojos
Qué nadie me apague la luz para poder ver la luz de su luz
Y la luz de su luz de esa su luz

Soñare qué sueñas un sueño indiscreto
Que despierta en secreto en un pueblo remoto
Con el pliegue de invierno qué viene costado
Con el miedo agazapado y con el santo en alboroto

Qué nadie me apague la luz para poder ver sus ojos
Qué nadie me apague esa luz para poder ver la luz de su luz
Y la luz de su luz de esa su luz

Quiero estar en todas, embriagarte a solas
Quiero enterarme tus pasos
incluso de aquellos que no son exactos
Quiero violentarte y cada noche explorarte
Y ser el único perro qué te ladre que te muerda
y que logre atraparte
Deseare que tu viento no traigo un reposo

Ni uno solo

Controlarte deseoso y un viejo celoso, mañoso, morboso
Y es por eso que quiero a veces amarrarte, anudarte
Es contigo que quiero hasta el fin masturbarme

Qué nadie me apague la luz para poder ver sus ojos,
y todo lo demás
Qué nadie me apague esa luz para poder ver la luz de su luz
Y la luz de su luz de esa su luz

Cuando mis ojos cayeron en esos tus ojos.


Daniel F




lunes, 6 de septiembre de 2010

Es muy difícil admitir mi actual estado de ánimo. Ella está bien, no ha sufrido ningún percance para llegar a su destino y mucho menos problemas como los que sufrió el hermano de una amiga en Vermont o Martin cuando pasó las de Caín en las montañas…

Pero es demasiado difícil, en serio. Sé que ella está bien y le agradezco a Dios con todo mi corazón pero aún así siento un vacío tremendo, un hueco en el alma y un gran dolor en el corazón (que por cierto es de ella). Es la primera vez que lloro todas los días de una semana entera, es la primera vez que sufro tanto y me alegro en exceso por un simple mail o un sms. Y es que nunca creí llegar a sentir tanto, a querer de verdad, a saberte como parte de mi vida de una forma u otra.

Es difícil la distancia, pero más difícil es sentir tu verdadera ausencia. Todas las noches solíamos hablar y te contaba lo difícil que es estar en un campamento minero, con un montón de personas que sólo piensan en cosas asquerosas o que son demasiado materialistas. Todas las noches me decías que todo iba a estar bien y que luego tendríamos tiempo para abrazarnos

Me decías que sería toda una vida

Pero ahora ya no estás y se hace difícil dormir. No siento cansancio a pesar de no dormir desde el domingo en que viajaste. A ratos cierro los ojos pero me despierto intempestivamente revisando mi celular, mi correo, esperando una señal tuya y cuando llega que emoción, me olvido de todo y te siento a mi lado, dándome besitos como sueles hacer, abrazándome con esa entrega que pones en cada momento juntos.

Pero ahora ya no hay nadie que me diga que todo estará bien, no hay alguien que me quiera como tú y que se pregunte si estoy bien, si no me pasó algo en la concentradora, si me estoy abrigando, si estoy comiendo y durmiendo bien…

Te extraño.

Sé que es algo tonto, acaba de pasar una semana desde tu viaje a ese país pero es muy difícil mi vida, es demasiado difícil. Pienso en ti cada momento del día, pido porque estés bien, porque estés sonriendo, porque disfrutes de esta gran oportunidad que te ha brindado la vida. Pido por que seas feliz a pesar de todo, no importa si tengo que hacer ese trato con Dios lo hago: mi felicidad a cambio de la tuya.

Te quiero y ya no lo escuchas de mis labios. Te extraño y no sé si te llegan mis sms o mis correos, no sé si entenderás que lo mío es nostalgia pura, las noches son eternas sin tu voz deseándome un buen sueño, las noches son amargas sin tu voz para endulzarlas, las noches son mis peores enemigas ya que durante el día me engaño trabajando pero a la hora de enfrentar ese momento del día en que el sol se escapa y los ángeles duermen es cuando me rompo y no aguanto, miro tu foto y recuerdo cada momento a tu lado, cada momento abrazado a ti, desde esa vez en la esquina donde yo no sabía qué hacer hasta la cara de sorpresa que pusiste la primera vez que cociné para ti. Recuerdo la tarde en que nos conocimos y la primera vez que me abrazaste, recuerdo esa tarde mirando películas a tu lado en la que nos tomamos de la mano. Recuerdo el parque de diversiones, tus gritos y tu sonrisa sincera, recuerdo cada beso, cada abrazo, cada palabra de ternura que me entregabas y que me hacían entender que no quiero nada más en la vida que estar a tu lado, hasta el final, por siempre.

Aún no me canso de esperar. Ha pasado solamente una semana y ha sido muy muy duro, no sabes cuánto; sin embardo sé que estás bien (tu hermana me lo dijo) y eso me alivia. Me gustaría mucho escuchar tu voz, es cierto, pero estoy contento con saber que estás bien y no tienes ningún problema allá. Nunca me voy a cansar de esperar y estaré aquí con mi Aleph (tu fotografía porque eres el mundo para mí) estaré aquí aguardando pacientemente a tener noticias tuyas, a oír tu voz, a volver a abrazarte y nunca dejarte ir. Arequipa no es lo mismo sin ti, ya no hay sentido en bajar a una ciudad donde cada rincón me huele a ti, donde están nuestros recuerdos, nuestra vida. La ciudad blanca no es lo mismo si tú no estás; no, la vida no es lo mismo si tú no estás.

Vuelve. Estaré aquí esperando amor, estaré pensando en ti fervor rezando por tu bien, orando por tu felicidad.

Nunca me olvido de ti, te quiero con todo mi corazón.

Lo sabes.

viernes, 3 de septiembre de 2010

Del orgullo

-No lo entiendo Harry, ¿cuál es la diferencia entre esta y todas las demás ocasiones del pasado? Se habla muy mal de nuestro amigo estos días...
-No digo que sea el momento que lo redimirá, mi estimado. Solamente señalo cuanto ha cambiado nuestro protagonista desde que conoció a Natalia. Ella es de las mujeres que tienen el poder de las cobras, con sólo mirarlas terminas encantado.
-Nuestro amigo tiene ese poder, si mal no recuerdas.
-Es cierto, pero lo increible está en que él mismo haya caido en dicho encanto. Natalia tiene esas miradas ocultas, las que una vez mandadas te amarran y te botan al suelo. Yo mismo se la presenté, fue en el cumpleaños de lord Fermor cuando esa lluvia cubrió a Londres por toda una semana.
-Claro, las inundaciones de enero.
-¿Puedo interrumpir a tan habladores señores?
-Justamente estabamos hablando de usted, joven amigo, de usted y de la doncella Natalia.
-Les comunicaré entonces que no es de mi agrado el que hablen de mi o de mis amistades.
-Lamentamos haberlo molestado así, joven G. Solo comentabamos lo positivo que ha sido la joven Spencer en su comportamiento.
-Pues dejará de serlo. Hemos cortado nuestra relación esta tarde.
-Santo cielo. ¡Pero usted no se le ve alterado ni nada por el estilo!
-Obviamente mi buen H. Las relaciones llegan a su fin siempre, nada es eterno.
La sonrisa malévola se pinta en su rostro y Lady Q. se escandaliza.
-El amor es eterno joven G. Yo lo creo firmemente.
-Y yo la contradigo mi querida dama. El amor es como todo en este mundo, perecedero. Nada resiste tanto y sólo los tontos se dejan engañar por semejante utopía.
-¿Me está llamando tonta, Lord Henry?
-Para nada mylady. Es sólo que las relaciones tienden a caer siempre, no importa que uno de los dos se entregue por completo, el otro está pensando en cómo sería estar con aquella otra persona. Y al fin y al cabo, todo arde si se aplica la chispa adecuada.
-Que crueles e inmorales que son los hombres.
-Olvídelo mylady. Es sólo que ya acabamos nuestra relación y no hay razón para seguir llorando eso. Nunca se debe clamar por la leche derramada.
-Suena fuerte mi amigo.
-Después de lo sufrido, claro que lo soy Lord H.
Y Dorian se pierde en sus pensamientos, en la tarde de ayer cuando todo terminó, cuando pensó claramente cual sentencia, cual epifanía:
La soledad me ha perseguido a todos lados toda mi vida.

-No lo entiendo Dorian. Te acabo de decir que lo nuestro nunca funcionará, que debemos dejar de vernos e insistes en algo que no crecerá, cosa que bien sabemos.
-Lo siento, insistiré. Es la primera vez en mi larga vida que siento que vale la pena sacrificarse por alguien, es la primera vez que pongo tanto de mí que prometo enamorarte y verás que no podrás dejarme nunca. Así que te lo advierto cariño, volveré.
-No puedes, no debes. Nos herimos mutuamente, tú con tu vida secreta y yo con mis temores mortales.
-Entonces dime que no me quieres y me iré. Atrévete a decirlo.
-No te quiero.
Silencio. Sí, de ese incómodo, del que nunca deseamos ser parte, el que nunca nos deja chance a un comentario salvador.
Silencio.
-Adios entonces.
-Adios D. Lo siento.
No eres más que el sueño de un testigo, una pintura opacada, un héroe sin ilusión. Su mente trabaja a más de mil y no entiende como él, el codiciado Dorian Gray era despreciado por una jovencita, la hija de un farmaceútico. No entendía como muchas personas peleaban por su cariño, por su amor y ella lo había rechazado en el primer intento.
Sentirse solo en medio de tanta gente.
Entonces fue la primera vez que sufrió de verdad. En medio de tanta gente, con una sonrisa en los labios llevando la conversación de manera amena con Lord Henry y con Lady Qobster. Sintiéndose miserable sin poder admitir lo débil que es.




Queda demostrado que la inmortalidad no lo es todo.





PD: Publico este borrador porque la señorita escritora me alegro el día. Es de hace unos meses y nunca me decidía a publicarlo así que disculpen si el texto es algo flojo...
Ya escribiré otro día sobre mi estado de ánimo actual, sobre mi añoranza por la señorita perfecta (se fue a los States y me dejó con un beso, un peluche y una esperanza), sobre mi vida actual en el fin del mundo.
Pronto escribiré para tí mi vida, sé que te alegrará (y sabrás que cada día pienso en tí)