domingo, 9 de enero de 2011

Principio antrópico

-¿Alguna vez te has planteado lo insignificante que es tu existencia en este planeta?
-¿Qué estás diciendo?



-Yo lo he hecho. Es algo que nunca olvidaré. Fue durante el colegio, cuando iba a sexto...
Toda la familia fuimos a ver un partido de béisbol al estadio. A mí no es que me interesara mucho el béisbol pero una vez llegamos, me quedé con la boca abierta. Miraras donde miraras, estaba lleno de gente. Los que estaban justo al otro lado parecían granitos de arroz apelotonados. Se me pasó por la cabeza que toda la gente de Japón estaría en ese estadio. Así que le pregunté a mi padre cuánta gente había en el campo. Mi padre me contestó, que si estaba lleno, habría unas cincuenta mil personas. Después del partido, el camino a la estación estaba abarrotado de gente. El ver tanta gente me hizo sentir muy pequeña. Tanta gente alrededor de mí y sólo era una pequeña parte de toda la gente que hay en Japón. Una vez que llegué a casa, cogí una calculadora y con una simple operación lo comprobé. En Sociales nos habían enseñado que la población de Japón era de cien millones y algo. Al dividir eso por cincuenta mil significaba que toda esa gente eran sólo unas dos milésimas partes. Me sentí más pequeña aún. No era sólo que era una minúscula parte en el mar de gente de ese estadio es que ese mar de gente era sólo una gota en el océano. Yo pensaba por aquel entonces que era una persona especial. Me encantaba estar con mi familia y sobre todo pensaba que en mi clase estaba la gente más interesante del mundo. Pero entonces fue cuando me di cuenta de que eso no era así. Las cosas que habían pasado en la que yo creía que era la mejor clase del mundo seguro que pasaban en cualquier otro colegio de Japón. Cualquier persona lo vería como una cosa normal de su vida. Cuando me di cuenta de eso vi que la cosas que había a mi alrededor habían empezado a perder su color. Lavarse los dientes e irse a dormir por la noche. Levantarse y desayunar por la mañana. La gente hace lo mismo en todos los sitios. Cuando supe que todo el mundo hacía eso como algo rutinario en su vida todo lo que hacía me empezó a parecer muy aburrido. Y si había tanta gente en el mundo seguro que había alguien viviendo una vida interesante fuera de lo normal. Estaba segura de eso. ¿Por qué no era yo esa persona? Eso era lo único que pensaba hasta que me gradué y pasé a secundaria. Y en ese momento, pensé en algo. No va a pasar nada divertido si te quedas esperando a que pase. Así que en secundaria decidí cambiar de actitud. Quería demostrarle al mundo que no estaba dispuesta a esperar que las cosas simplemente vinieran a mí. Así que actuaba acorde a esa filosofía. Pero al final... seguía sin pasar nada. Antes de darme cuenta... ya había llegado al instituto. Pensé que las cosas cambiarían.
-El tren me dio tiempo para pensar si debía hacer algún comentario gracioso o plantear algún argumento filosófico para llenar ese silencio. Ya veo... No soy capaz de decir nada más y eso me da mucha rabia.
-Me voy a casa.
-Como yo llegaría antes a casa si iba por el mismo camino que ella pero siento que lo que quería expresar con esa acción era que no quería que la siguiera. Así que hasta que no ví a Haruhi desaparecer no me moví de ahí. ¿Qué estoy haciendo?

Capítulo trece.
La melancolía de Haruhi Suzumiya


PD: Haruhi Suzumiya conquista fácilmente, sus ideas embriagan y pronto veo la dicotomía de cada lado. Suzumiya está cansada de "la insoportable levedad del ser" y acuerdo con ella. No estoy dispuesto a esperar a que sucedan las cosas, iré en busca de ellas.