lunes, 9 de noviembre de 2009

Nueve de Setiembre de Mil Novecientos Ochenta y Nueve

Es el tercer día y Antonio se encuentra desesperado. Lo acaban de despedir justamente un par de días antes de cobrar su sueldo, lo cual lo inhabilitaba de cobrarlo todo. Aladina pronto comprobó los extremos a los que podían llegar los principios de Antonio. Era un joven que tenía ideales firmes y nada le haría renunciar a ellos. Por el momento trabajaba en el Banco Minero y trataba de ayudarse vendiendo ropa para tratar de mantener a la nueva familia que pronto saldría del vientre de Aladina. Jóvenes e inexpertos, Aladina y Antonio se refugiaron en Tacna para tratar de llevar mejor la crisis del país a través de pequeños trucos. Cada vez que nuestro presidente Alan García anunciaba un paquetazo, Antonio cruzaba la frontera y conseguía alimentos y recursos básicos en Arica, donde con suerte la moneda aún tenía el valor del día anterior. Aladina estaba feliz del ser que llevaba dentro de sí y se relajaba porque sabía que las cosas iban a mejorar, a pesar de que según su ginecólogo el suyo fuese un parto de alto riesgo. Aún así, sonreía y esperaba. Todo estaba muy apretado cuando de repente ella comenzó con la dura labor del alumbramiento. El pequeño dentro de Aladina clamaba por salir cuando era la fiesta de la virgen, que aquí en Tacna es una fiesta muy popular. Era el siete de setiembre y no había doctor alguno para atenderla. Antonio buscó al ginecólogo de Aladina, el doctor Loayza, y descubrió que éste había viajado unos días antes al Paraguay para un congreso médico. Buscó al jefe de turno y éste le pidió un millón de intis para atender a su mujer, además de darle una sábana de medicamentos que Antonio tendría que comprar con su sueldo de quince mil intis. Desesperado buscó al doctor encargado del piso y nadie le dio razón ya que aseguraban era su día libre. Antonio consiguió arrancar la dirección del doctor de la recepcionista y fue a su casa donde encontró al doctor en uno de sus tantos escándalos, ya que aquel doctor italiano era muy respetado por sus estudios pero no por su opción sexual y mucho menos por las conocidas orgías que organizaba en su lujosa casa donde le dijo a Antonio que no atendería a su mujer por estar en una fiesta muy buena.
Así que Antonio salió a buscar dinero. Buscó a sus familiares pero ninguno podía ayudarlo. Buscó a los amigos pero en la gran fiesta varios salieron de la ciudad y otros tantos ya habían desperdiciado el dinero. Pasó un día. Antonio volvía al hospital cada tanto que podía para darse un respiro y para rogar de nuevo al doctor de turno pero éste era inflexible: un millón de intis o nada. Intentó hablar con Aladina pero no lo dejaron pasar. Pronto aislaron a la chica de Moquegua y ella no supo de nadie ni de nada excepto por el tiempo que parecía no ceder. Por alguna razón no dilataba y las contracciones se hacían cada vez tan dolorosas que cada vez que Aladina perdía la conciencia una nueva contracción la despertaba. Pedía que la dejasen ver a su Cholo, pero le decían que Antonio no debía pasar. Preguntaba cuando va a llegar el doctor, pero nadie le respondía. Escuchaba y consultaba los monitores donde veía sus latidos y los de su hijo y con lo que había estudiado en la UNSA ella sabía que el niño casi no tenía latidos. Y lloraba, y rogaba porque Antonio la perdonase por haber matado a su hijo y pedía que le dejasen tomar su mano. Era lo más difícil en toda su vida, ver a su hijo casi muerto y nadie para acompañarla.
Al tercer día Antonio se encontraba en el corredor de maternidad esperando algo, no sabía qué, pero solamente podía repetir entre dientes que si algo les pasaba a su Gata o a su hijo, aquellas personas que le dieron la espalda la pagarían muy caro. Rabiaba entre dientes como buscaría a aquel maricón para reventarlo hasta hacerlo arrepentirse de haber nacido. Planeaba como atacaría al jefe de turno en su casa hasta dejarlo tan abollado que nunca más se atreviera a pedirle dinero a la gente desesperada. Éstas y muchas cosas más se decía cuando una cara conocida lo saludó.
-Antonio, ¿ya nació tu hijo?
Era el doctor Loayza. Estaba con una camisa arrugada y pantalones cortos y la cara de quien sí ha podido dormir. Antonio le respondió que su mujer estaba ya tres días adentro y que no le permitían verla, a lo el doctor se indignó. ¿Por qué no le hacen cesárea y listo?
-Es que no tenemos plata para pagar doctor.
El doctor se indignó. Le pidió la receta que le habían dado y se escandalizó con la cantidad de medicamentos innecesarios. Tachó casi todos y dejó tres, al tiempo que sacaba su billetera y le decía hijo ve a conseguirlas ahora mismo. Al tiempo que Antonio volaba a comprar, el doctor entró a ver a Aladina. Ella ya no reconocía nada, solamente atinaba a buscar recuerdos en su mente de tiempos mejores. Cuando el doctor peguntó por el estado de la paciente, Aladina reconoció la voz y susurró:
-Mi hijo doctor... mi hijo…
El doctor no respondió ya que entendió el grave estado de la chica y del bebé así que se apresuró a operar. No hubo tiempo de un enema ni de hacerla evacuar lo que dificultó el procedimiento por culpa de la vejiga hinchada. El doctor mandó el corte y al sacar al niño vio que éste sangraba. Al examinarlo vio que accidentalmente le había cortado una ceja con el bisturí, aunque gracias a Dios era solamente un corte superficial. Evacuaron inmediatamente al niño a Cuidados Intensivos y dejaron pasar a Antonio donde Aladina.
La encontró devastada. Estaba morada como si la hubiesen golpeado y a duras penas podía hablar. Ambos lloraron al verse y al tomarse de la mano supieron sin decir nada que sus vidas estaban unidas para siempre desde siempre. Entró el doctor alegremente al tiempo que le decía a Aladina que debía pararse para su recuperación. Ella lo intentó pero las fuerzas la abandonaron. Aún así el doctor insistió y aseguraba que sería lo mejor después de todo el trauma por el que cuerpo acababa de pasar. Aladina decidió no hacerle caso cuando vio por primera vez a su primogénito: una enfermera lo traía al cuarto y lo dejó en los brazos de Antonio, quien entendió por primera vez que sería padre de un ser tan pequeño que tendría que esforzarse por hacer del mundo un lugar mejor para su crecimiento. Aladina superó la falta de fuerzas, el sueño atrasado de tres días y el hambre y se paró con lo último de su alma. Se acercó a Antonio y ambos se sintieron por primera vez mayores. El niño con la cicatriz en la ceja se llamaría Favio y sería la última esperanza de ambos.


PD: Hoy es un día muy especial, así que decidí escribir mi primer respiro (o mi primera mirada a la muerte?) Mi padre no necesitó planear venganza ni buscar al doctor gay: un año después (durante la fiesta de la Virgen, casualmente) su casa fue incendiada y violaron a sus hermanas y a su madre; según mi madre era una persona muy odiada por las injusticias que hizo y las vidas que negó salvar. El que fue jefe de turno murió en un accidente de tránsito en la navidad de ese mismo año. Curiosamente, según cuenta mi tio, pudo haber sido salvado sino hubiese sido por que la ambulancia pedía un millón de intis a los familiares por traerlo.
Hoy no pretendo hacer literatura. Hoy pretendo mostrarles un poco de mí, sobre a tí, mami menor ;) Prometo aprender a quererte y a hacer mejores tarjetas XD
Gracias por el gran día!!

1 comentario:

Ella dijo...

septiembre♥



*vale por un mejor comentario cuando vuelva de la facu*

saludos~