domingo, 31 de enero de 2010

La Verdad IV Parte [Introyección o Búsqueda en el horizonte de sucesos]

Advertencia:
Estimado lector casual, no sigas estas lineas si no deseas perderte en la teoría del vórtice de entropía. Este texto es el resulta
do de mis pensamientos confusos, de mi corazón insípido, de una conversación que aun no entiendo. Previo aviso, el texto.




-Me siento ahora mismo en el Horizonte de sucesos. Estoy en esta región infinita por donde yo intente escapar y a la vez finita en el espacio, no en el tiempo ya que para cualquier observador que me vea ingresar me verá desaparecer a pesar de que únicamente estoy dando vueltas a la velocidad de la luz y un poco más por lo que llegaría a mi destino antes de tiempo y técnicamente habría retrocedido en él.
Pues si me dieran la oportunidad de aprovechar esta ergoesfera pediría regresar tres años atrás, cuando era ignorante del amor y por ende, feliz.
Soy el resultado del temor global, mi padre, un obrero sin aspiraciones más que una tele y comida en la refri, y mi madre, mujercilla valiente con la idea de enfrentar a todos para lograr mi felicidad, nunca contaron con que me dedicara a la informática; siempre pensaron que por mis cuentos y premios literarios me dedicaría a dicha rama pero no, prefiero perderme en algoritmos de encriptación antes que soldar dos o tres líneas rimantes entre sí. Mi nivel de autismo y que no paro de hablar es una de mis características: espanto a miles de personas, los que me conocen dicen que tengo una mirada distinta a mi personalidad, de esa que busca mil razones para hacerse sufrir.
Creo que la culpa es religiosa. Desde pequeño me consideré pecador, tanto así que quise arreglarme junto al mundo, pagar mis pecados y los de todos. Ahora soy capaz de descubrir como activar una inyección SQL a pesar de toda la protección que tenga dicho sistema, si me da la gana puedo aprovechar la brecha de seguridad que está en la versión 6 de Internet Explorer y atacar a cualquier compañía, si se me da la gana puedo hacer en caos a cualquier compañía usando medios simples como la ingenieria social, la fuerza bruta para romper contraseñas mediante la infestación de mil procesadores esclavos o tal vez accesando físicamente al servidor, lo cual es más difícil pero más interesante, como está noche, por ejemplo. Después de tantos años descubro que soy malo por naturaleza y me alegra, asi no tengo que ser hipócrita y sigo feliz como rey invisible del mundo.
¿Sabes por qué? No hay nada más importante que la información. NADA. Hay seguro contra incendio, seguro de propiedades, de bienes, de autos, hasta de vida pero no de información porque, ¿quién se arriesgaría a asegurar algo tan vital? Es evidente que toda persona, por más productiva que sea siempre es desechable en cualquier organismo empresarial, incluso yo, jefe de programación del lider invisible del mundo. Todo ser humano es desechable. La información es lo único vital.
¿Se imaginan un banco cuyos empleados renuncien todos un mismo día? No importa, se contrata nuevos. Pero, ¿se imaginan un banco que pierda la información de sus cuentas? Eso es irremplazable.
¿Te sientes raro? Mañana me olvidarás y tu historia seguirá, pequeño hombrecito de seguridad. Estamos en el horizonte de sucesos, tú y yo, yo por haber entrado a este edificio y haber roto la brecha de seguridad solamente para llegar a este ordenador con toda la información del hospital, tú por haber intentado capturarme y haber fallado tan estúpidamente; ahora ambos estamos en el horizonte de sucesos, no hay salida para atrás, sólo podemos seguir adelante.
La vida del hombre martirizado se recuerda más que la del hombre solitario. Me da asco ver que se da más tributo a algún rockero que lucha contra la pobreza que el filósofo moderno que lucha contra la apatía de esta sociedad relativista. Yo una vez tuve la intención de lograr mejorar todo esto pero ¿para qué? No intentes hablar, las cosas salen mal y no voy a pensar que todo es culpa mía, por gusto intentas quitarte el trapo de la boca.
Sabes, yo la quise hasta pensar que iba a estallar...
¡Pero que tonterías digo! Sé que un día estarás en mi lugar, guardia desafortunado. Las cosas salen mal y no voy a dejar que algún geniecillo que pone un firewall y un honeypot para evitar mis ataques se salga con la suya. Por eso vine hasta aquí, salté y caí dentro de la trampa, ahora me llevaré la información que me interesa y nos veremos nunca, tú mismo serás parte del plan que tengo para obviar el miedo mayor, el miedo al que tiene toda la humanidad y que es una característica propia de Dios, de la información y de los fotones que viajan a una velocidad apreciable observado desde ellos mismo en relación a un sistemo inerte externo: la juventud eterna. Que elegancia hacer todo este trabajo por amor, tal vez sea digno de una novela o una película, ¿no crees?
Ya está, la clave de seguridad más famosa del mundo en un hospital tan importante: P@ssw0rd. Que ingenuos al creer que me vencería esto. Ahora, los negocios señor vigilante.
Y mientras el hombre amarrado se retuerce, el joven de quizas veinte o veintidos saca uno a uno sus instrumentos que van desde escalpelos, guantes, un plumón y varias tijeras hasta pinzas raras. Comienza a hablar consigo mismo.
-Antes de hablarle, tuve un lugar, la distancia le ganó al amor y ahora la veo solamente en el monitor. ¿Sabrá de mi esfuerzo por estar solos? Tal vez. Por ahora seguiré perfeccionando todo para satisfacer su miedo, para hacerla sentir segura y protegida, para que olvide este mundo de odio y los dos vivamos tranquilos y felices.- dice al tiempo que asesta un golpe certero en la cavidad hueca del cuello y la conciencia del guardia se escapa.
Pocas palabras y punto.


Escuchando: Mediocre - Ximena Sariñana

domingo, 17 de enero de 2010

La Verdad III Parte [Cariño]

Rodrigo llegó a casa calmado. La historia melodramática de José Carlos le había tocado en algún lado pero no sabía donde. Daniela estaba en el sillón dormitando con el televisor encendido. Su melena negra caia cómodamente resaltando con el blanco de su usual traje de trabajo. Apagó la tele y se acercó a aspirar su cuello como le encanta.

-Hola, chico al que le gusta olerme.

Rodrigo la abrazó y ella lo acurrucó en lo escaso del sillón. Pronto tendrán que comprar otro más grande si siguen desbaratándolo con las batallas que tienen cuando se les da por quererse en toda la casa. Ella siente su nariz buscando su cuello, su inefable cuello, y ríe, las cosquillas son inevitables y lo atrae más hacia ella, apretándolo como si se lo fuesen a arrebatar.

-¿Otra vez el peluquero soltó sus disertaciones acerca del clima y política?
-Esta vez me habló de amor.
-Eso es nuevo.

Él levanta la nariz y le da un beso, si, de esos inexpertos que suele dar pero que van con mucho cariño.

-Hoy tuvimos un caso rarísimo en el laboratorio. Han llegado dos chicas muertas sin ninguna cicatriz, sin ninguna marca pero sin hipófisis.
-...
-La hipófisis es la glándula que controla a las demás glándulas. No entiendo como pudieron llegar hasta esa cavidad sin ningún procedimiento avanzado. Hemos analizado el cuerpo varias veces y no encontramos ninguna razón para que alguien...
-Casi nunca dices que me quieres.

Ella lo miró sorprendida, él con los ojos cerrados en el hueco de su cuello y ella con los ojos tan abiertos y la sorpresa de toda una vida.

-¿Qué estás diciendo?
-Deja las cosas del trabajo en el trabajo. Quiero quererte y nada más, quiero abrazarte y olerte, darte besos tímidos con los que terminas riendo al tiempo que me miras no creyéndotelo tú misma.

Daniela lo retuerce. De verdad es un niño enamorado, de esos que dejan todo por un dulce, por estar un minuto con Papa Noel.

-Soy lector de tu cuerpo. Déjame saber tu historia.
-Algún día la conocerás. Ahora abrázame y habla piedras como sabes hacerlo.

Rodrigo adivina las páginas entre los lunares de su piel. Acaricia ese estómago que tanto el gusta y juega con la cintura, al tiempo que borra al peluquero de su memoria, al ladrón de glándulas pituitarias y al pasado que no conoce. Daniela es todo, es el centro del universo y va a luchar porque el universo sea feliz. Aunque tenga que dar la última gota de sangre de su cuerpo, allí estará por ella, la señorita de la sonrisa que ilumina el mundo.

Escuchando: El Aleph - Nena Daconte




PD1: Gente, me voy a Lima a ver a Metallica!! Viajo hoy en la tarde, estaré un par de días buscando nuevos aires y ansiando a la banda más importante que haya llegado a Perú.
Les prometo fotos xvrs si es que no me requisan la cámara y los delicuentes me la dejan XD

PD2: La voy a extrañar un mundo señorita, le dedico esta entrada y mi corazón en un tatuaje escondido ;)

miércoles, 13 de enero de 2010

La Verdad II Parte [Nostalgia]


Aprendí su nombre después de cortarme el pelo con él durante siete años, se llamaba José Carlos y tenía cuarenta y ocho años peleando contra la incertidumbre del mundo.
Su profesión ya la he mencionado, rebaja el crin de nosotros bestias insensibles que tratamos al pelo como cualquier cosa y que él venera por ser fuente de su sustento. Sin embargo, y a pesar del mito ese (soltero maduro, maricón seguro) no está casado ni nunca lo estuvo a pesar de su heterosexualidad. Una vez me contó de esta chica llamada Jenny, que era hermosa como el cielo de primavera, como un suspiro al atardecer. Rememoró tanto que mi usual corte de pelo de veinte minutos pasó a más de hora y media entre reflexiones, tijeretazos y canciones antigüiles de fondo.
La conoció cuando Nirvana rompía en todo el mundo menos aquí en Perú, hace tanto que él aún podía jugar fútbol y su madre aún vivía. Él estudiaba filosofía en ese entonces y ella arte en la facultad de al lado. Les tomó más de dos años conocerse a pesar de tomar siempre el mismo micro para ir a casa y de tener miradas incómodas cada nada.
[Si, de esas en las que uno mira a esa persona pero de repente ella voltea y te encuentra mirándola y tú volteas rápidamente disimulando y cuando volteas a verla ella también esconde la mirada...]
Desde el momento en que se hablaron descubrieron que el amor no es lo que mueve al mundo, es lo que hace que dicho movimiento valga la pena.
Se quisieron con desesperación, como si fuesen los últimos amantes del planeta. No solamente avanzaron rápidamente a terrenos íntimos del corazón que nunca habían revelado antes a nadie, sino que también consolidaron su relación carnalmente en un par de días. Se sentían hechos en la medida perfecta, cortados con la misma tijera, cocinados en el mismo horno. Él adivinaba sus gustos, tenía listo el té con una taza de agua fria y otra de caliente, las galletas sin dulzor y el pastel con que ella lo acompañaría. Arrancaba los hilos de las mangas y lo acompañaba a la facultad, mientras él asistía a sus conciertos de violín ensimismado, absorto tanto en la música como en la bella musa que manejaba aquel pedazo de madera con la misma delicadeza y pasión con la que trataba su corazón.
Pero como en toda historia, llega el nudo. José Carlos me preguntó si quería las patillas largas o cortas [odio las patillas demasiado cortas y demasiado largas, asi que le dije el término medio a la altura de la entrada del oido] y fue cuando suspiró y dijo que las mujeres se dejan querer y no les importa querer. Cada vez que recuerda como ella le dijo de su compañero de orquesta y él inocente pensando que ella sólo podía quererlo a él y a nadie más se da cuenta que fue un estúpido al no haber sospechado nada. No sospechó del aumento de horas de ensayo, de los viajes de conciertos, de las prácticas hasta altas horas y que ya casi no podía verla pero confiaba y por eso inocente, estúpido, mediocre cayó redondo.
Fue en ese momento que cortó el relato, sacó la navaja y empezó a rasurarme.
La vida es así amigo, dijo con calma, es una mierda que empeora mientras envejeces. Hoy en la mañana estuve con nostalgia recordando todo eso y comencé a caminar, a caminar por el que era nuestro distrito. Caminé tanto con la banda sonora de Amelie en el MP3 y la lluvia cubriendo mis pasos que pronto me dolieron los pies así que me senté en esas bancas de la plaza frente a la iglesia. El momento fue único, tal vez no duró nada pero lo recordaré siempre: una niña, siete o quizas ocho años me miró como se mira a un extraño, con reserva y con curiosidad, pero de pronto me dió una sonrisa de oreja a oreja que borro lo salado no sólo de la tarde, sino de toda esta maldita vida. La lluvia me mojaba completamente, el frío helaba mis manos y la soledad mezquina que me atrapó desde que ella se fue con él se desvanecieron en un sentimiento rarísimo, odd, casi como si la sangre corriese rápidamente por todo mi cuerpo llenando cada espacio arañado, cada recuerdo doloroso, cada día solo. Listo choche.
Me levanté y vi que a pesar de lo distraido que había estado había hecho un corte de pelo perfecto, como siempre. Pagué y caminé lentamente a casa. También llovía y pensé en lo afortunado de haber conocido a Daniela, en lo bueno de la vida y que la nostalgia solamente debe consumirnos durante un tiempo y no permitirle que nos destroce el resto de la vida.

Escuchando: Ironic - Alanis Morissette

sábado, 2 de enero de 2010

La Verdad I Parte [Lágrimas]

Daniela Veneroni 6º Grado

Mis padres se separaron durante la navidad de quinto de primaria. Nuestra vida previa era maravillosa: papá sacaba el auto y lo lavaba con la manguera mientras mamá hacía pequeños piqueos en la cocina. Yo jugaba en mi cuarto con mi futuro hermanito, con mis muñecas y con todo lo que mi madre decía era imaginario, pero que más dá, era feliz.
Fue una tarde soleada después del colegio. Papá me recogió y me llevó al centro a comprarme ropa. En realidad no me conocía tanto para recién enterarse que prefería comprar peluches y dejar a mamá comprar las prendas (cosa que le encantaba.) Me llevó luego a las galerías y mientras comíamos un helado me volcó el mundo.
-Te vas a ir con tu madre.
Me emocioné porque pensé que era un viaje y sonreí, solamente para chocar con la lágrima de papá.
-¿Por qué lloras?
Y entendí. Una vez ví una película donde el papá dejaba a la familia para ir a trabajar a algún país europeo, no recuerdaba por más que quería el final porque la película era larguísima y me dormí en una de las tantas propagandas. Me ví atormentada al sentir a mi familia derrumbarse, mi unidad perfecta, mi felicidad y no entendía por qué.
-¿Es que ya no amas a mamá?
-Al contrario, la quiero más que nunca.
-¿Entonces?
Papá cerró los ojos con fuerza y me miró con pena.
-Es complicado. Algún día lo entenderás.
Y nunca lo entendí.

[Grabación borrosa. Seguramente por la cinta de VHS reutilizada.]

Era un barrio diferente. Las casas eran todas de dos o tres pisos y habían pocos niños, casi ninguno. Estaba encerrada en casa toda la tarde después del colegio hasta que mamá llegaba en la noche de trabajar en el hotel. (Mamá era recepcionista.) La televisión me aburría y aprendí a usar los libros como somníferos, los leía hasta que mis ojos se cerraban automáticamente y así sucesivamente hasta que un día me interesó uno cualquiera. Era Veinte mil leguas de viaje submarino.
Pronto me apasionó la lectura y cada quincena, papá venía y pasaba el día conmigo. Durante ese día jugabamos y me llevaba a una tienda en la calle San José para comprar un nuevo libro, a veces de Stephen King, a veces de Cortazar. Papá alentó todo lo que me gustaba, desde los libros hasta la natación y siempre estaba disponible cuando lo llamaba por teléfono solamente para preguntarle que estaba haciendo. Me quería y yo a él.
Un domingo no llegó. Estuve toda la mañana esperando en nuestra salita y jamás apareció, me ponía ansiosa con el sonido de algún carro que se acercaba y el corazón casi se me sale del pecho cuando un taxi paró frente a nuestra casa.
Era mi tía Josefina.
Tocó la puerta y me abrazó con fuerza, como si me fuese a escapar, cosa que realmente quería hacer.
-Noelia, ¿dónde estás Noelia?
-¿Qué sucede mujer? ¿por qué el escándalo?
-El Felipe mujer, se nos murió.

[Llanto. La niña se limpia la cara con la manga de la camisa e intenta proseguir el relato pero las lágrimas le ganan.
Después de un rato sola, sentada en aquel banquillo mientras tres sicólogos la observan, deja de llorar y prosigue el relato.]


Mi padre entró a hacer un retiro del banco. Inocente él que al abrir la puerta un balazo entró en su frente, de parte de los asaltadores asustados y en dirección al miedo. Ellos fueron capturados pero mi padre no sobrevivió para recogerme y llevarme a comprar El amor en los tiempos del cólera, como había prometido. Al día siguiente estaba vestida de negro y lloraba por la tierra que ponían encima de él, ¿cómo sino podría recogerme de nuevo si lo encerraban así? ¿cómo volveríamos a comprar libros, cómo me compraría chocolates, cómo me llevaría del brazo al altar cuando encontrase a mi príncipe azul?
Es por eso que decidí estudiar medicina. De grande seré doctora e investigaré tanto que no habrá barrera para el conocimiento. Al fin y al cabo, la muerte es una enfermedad como cualquier otra y descubriré su cura.