jueves, 8 de enero de 2009

Krazyworld

Era casi transparente, caminaba y nadie lo veía, hablaba y nadie lo escuchaba. Era el guardían de almas, el centinela de las calles, un hombre delgado con robustas intenciones. Joven muy joven cuando tuvo aquel sueño: una muchacha que viajaba, desiertos y mares, ciudades y campiñas, burdeles y casinos, museos y parroquias. Lo tomaba de la mano y le mostraba su mundo: no la ciudad, no el campo, sino su cintura y sus pechos, su corazón y sus pensamientos. Le enseñó como se ama a alguien y como se llega al cielo siendo el peor de los pecadores: redimíendose en amor.
La buscó incansablemente desde entonces. Dejó el hogar paterno y salió a las calles, buscando aquí, preguntando allá, nunca hallando una pista. Cada vez que veía muchas chicas les preguntaba por aquella que únicamente le dejó su nombre: Minerva.
Conoció el desierto más grande y escaló los hielos más altos. Navegó más allá de los límites de la tierra [ingenuo Colón que asegura hay algo más allá del borde] y conoció el lado oeste del río Egipto. Llegó a donde los trogloditas que se alimentan de culebras y poseen la inmortalidad. En vano buscó aquellos ojos mestizos, en vano visitó reyes y magos, ladrones y profetizas, ninguno le dio razón. Terminó viejo, cansado y ajado, pervertido como el que mucho conoce. Se convirtió en un puro buscador de placer, del frío que mantiene hasta que la luz lo llame. Abandonaba su soñar con tal sentir el palpitar falso de ella en otra mujer: ya se fue, queda su memoria grabada en piel...
Es sólo uno más de los que estan aquí, aves traicioneras, coristas sin voz. Ayer lo vi vagando por mi calle, llevaba una botella en la mano y desesperanza en el corazón. La luz se fue del mundo y sus ojos se apagaron al ritmo de su respiración agonizante. Hacia el fin de conquistas perpretadas, dijo un hilillo de voz, condenando miserias al resto de mortales al tiempo que volvía la luz que no alumbra, la luz que calienta: ella lo tomó de la mano y volaron. Él tenía lágrimas en los ojos y parecía reprocharle la demora. Ella lo miraba con ternura y lo abrazaba mientras ascendían. Hoy le conté lo que ví por la ventana a Alejandra:

-Deberías dejar de leer tanta novela. No te va a servir de mucho en el mundo cruel...

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo te sorprendo? Tú me sorprendes a mi! :)


Impresionante desde el principio hasta el final,cada una de las palabras y frases.

Como te has podido dar cuenta...pues sí,me encanta!

Mer

Anónimo dijo...

Gran texto. Gracias a las novelas por llevarnos a todo tipo de lugares, aunque sea en nuestra imaginación, que para algo está..

Saludos.

silvia dijo...

La imaginación es el mejor escenario... Poder vivir sin cuestionarnos nada...

Me ha gustado mucho!!!