jueves, 2 de abril de 2009

Zaguán de causas perdidas I

Que no voltee de nuevo a verlo porque ahora sospecharía y relacionaría las miradas con el maquillaje y el nuevo vestido, que no se entere lo mucho que piensa en él y lo poco que atiende a la clase a pesar de lo que llueve y llueve en la ventana, las voces sigilosas, los papeles volando, el golpeteo de las gotas y los secretos galopando entre pupitres. Empiezan a rondar los rumores y ella se sonroja al salir a la pizarra con ese swing suyo que la hace parecer bailarina. Lento avanza por los tacos y el vestido nuevo, ella hermosa, él distraido.
La lección y su tarea se vuelven pronto en una balada (risa, euforia, ganas, anfetamina y libertad) y nadie atiende realmente excepto él, el único al que ella no puede mirar directamente cual Perseo a Medusa, cual abogado a su cliente decepcionado, cual mujer a su fiel desplante apasionado que sin nunca haberle dirigido palabra no sabe ni se entera ni adivina lo mucho que piensa en ella solo, siempre solo, escribiendo poesía hasta la madrugada, hasta que el sol lo deslumbra, lejos, muy lejos de su corazón tímido de perder algo que nunca entregará porque que triste suerte no poder acercarse a ella, tan bella, tan perfecta, cual diosa erigida en altar pregonando el Libro de los Muertos, marcando con cincel la vida de aquellos que merecen verla y adorarla, no él, no quien tiene como amigo a una corbata y una chaqueta de pana (tiene temor a las ratas) que a diario siente como palpita ese corazón mientras la luz se trepa por la ventana y le dice ya es lunes, ya es invierno, se rompió tu reloj de anagramas todo en horizontal, se fue sin mí, te rozaron lejos de aquí, cuando le regalas tus sonrisas a otra persona, cuando le recitas a esta clase esa tarea mientras yo te veo hipnotizado, como toro ante la luna, como soldado en medio complejo.
Maldita suerte, quiere decirle sacame de este salón y llevame junto a tí porque gracias a tí sé que soy mujer y mujer enamorada de tu discreción, de tu gracia, de tu polidemocracia enmarcada en análisis exhaustivos de quinientas razones para sazonar la vida en romance inequívoco. Es tan cobarde que nunca le dirá a ese chico lo mucho que lo quiere, es tan cobarde que setenta veces Dios la obligará a decírselo y ochenta veces ella romperá el Multiverso.




¿Qué se hace
cuando se tiene miedo al futuro?

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Se respira hondo y se asume que es el único camino posible. No hay que tenerle miedo.

Elena Cardenal dijo...

Me ha gustado este texto, eso sí, que no se te olvide poner puntos, que casi me ahogo, jeje.
Pero está bien explicado con su enrevesamiento, porque hablar de sentimentos a veces no es fácil.
Ese miedo al futuro lo tenemos todos, es lógico porque es algo nuevo que no conocemos, pero luego siempre sabemos salir airosos. (y si no, seguro que aprendemos algo valioso).
Besos!!

Anónimo dijo...

Nos llenamos de fuerza y se avanza pasito a pasito,con desición.

Mer

Osmar dijo...

se me hace dificil entender lo que escriebs a veces T_T