lunes, 2 de junio de 2008

III Parte. Helena. 1.3

Helena durmió una noche feliz sin sueños. Cuando despertó, solamente tenía una idea en mente: volver a aquel lugar maravilloso a escuchar historias de aquel singular hombre. No estaba segura, pero sabía que la pasaba bien junto a Lennart Aresti, o al menos así decía llamarse el mago. Helena no lo dudó, deseaba otro día ensimismada con aquel hombre tan interesante, así que salió rápidamente al pueblo y pidió otra vez a Ashta, que la llevó velozmente a su objetivo. Allí estaba él, sentado en una roca con forma de mujer. Helena adivinó que aquella debió haber sido Deydra antes de convertirse en piedra.

-Exacto,- dijo Lennart antes que Helena se acercase a saludarlo, como si hubiera leído sus pensamientos,- Deydra se convirtió en esta misma figura en la que me apoyo.

Helena se acercó a contemplar mejor.

-Debió ser una mujer bellísima,- afirmó.- Sus rasgos son finos y sus ojos grandes y dulces.

-Es que era la mujer más bella del mundo…

-¿Pero?

-No hay peros.

Lennart estaba alegre de que Helena estuviera allí, pero estaba molesto porque no lograba controlar sus sentimientos. Si seguía así, tal vez terminara enamorándose de aquella doncella a quien difícilmente conocía. Helena notó la duda en el semblante de Lennart y trató de ayudarlo cambiando de tema, escogiendo aquel que la llevó al bosque desde el comienzo.

-Ayer mencionaste al Demonio. ¿Alguna vez lo has llegado a ver en persona?

Lennart se dio cuenta de que sucumbiría ante aquella grata voz y que ya podía dar por perdida la batalla.

-Si, si lo he visto, e inclusive negocié con él.

Helena parecía espantada por la respuesta.

-¿En serio?

-En serio, pero ya me alejé de eso.

Fue en aquel preciso momento cuando Lennart de veintidós años, tres meses, una semana, cinco días y nueve horas con catorce minutos decidió por primera vez abrir su corazón a alguien de quien solamente sabía el nombre y la edad. Le abrió el alma entera y se entregó sin quejas a un destino que estaba escrito desde que la más bella luz de todas naciera. Le contó toda su vida, y aunque era extensa y enmarañada en ciertos pasajes, Helena era un excelente auditorio, muy atento e inteligente. Tenía una muy buena memoria y Lennart no tenía que estar repitiendo a cada momento los nombres y denominaciones exactas de ciertos lugares complicados inclusive para la imaginación. Le contó todo: desde la alfa a omega: todo.

Lennart había nacido en medio de la servidumbre de un palacio. El sol estaba aquellos días sobre la casa de la Virgen. Por culpa de Tauro en la casa del Ascendente fue demasiado sensitivo. Mercurio lo hizo crítico, Urano fantasioso y Venus le deparaba una escasa felicidad. Sus padres estaban al servicio de la apagada dinastía Ruríkida. Un día, recibieron en Palacio a un hombre extraño: era sombrío, con cara huesuda y facha desaliñada. Decía que era él a quien necesitaba el rey para poder convertir a su hijo en alguien muy poderoso, alguien tan majestuoso y único que sería único entre los grandes y poderoso entre los poderosos. El rey recordó su orden de buscar a un brujo que entrenara a su heredero en las místicas artes de la hechicería, pero creyó que aquel alfeñique era un farsante. Lo mandó botar de palacio, pero el hombre dijo que no había necesidad de esto, ya que acababa de encontrar al que sería su aprendiz. Salió del Gran Salón, al tiempo que tomaba de la mano al hijo de la cocinera y el mayordomo sin que nadie se opusiera a algo. Fue así como Lennart llegó a estar bajo la tutoría de Antonio di Fellatio, que luego reveló su forma verdadera, que sin lugar a dudas era impresionante: la túnica verde hoja y el destello de sus ojos era realmente espeluznantes. Juntos recorrieron casi todo el mundo. Llegaron hasta las costas del floreciente Imperio de Sin, donde aprendieron un poco acerca de polvos mágicos y trucos de pólvora. Arribaron a las costas de la Galia, donde aprendieron a manejar el arco y la flecha de manos del mismísimo Vijei, el cazador de la Muerte. Lennart fue testigo de una de las grandes hazañas de Fellatio: la captura del fénix que lo acompañaría desde aquel momento hasta el final de sus días.

No fue sencillo. Primero tuvieron que escalar durante semanas las empinadas cumbres de la cima del mundo: el Himalaya. Una vez allí, esperaron a que hiciera su aparición la mítica ave. Esperaron en vano cuatro días. Al amanecer del quinto día, Lennart estaba casi congelado y no resistiría ni un minuto más en aquel fin del mundo. Pero como casi siempre sucede, la vida siempre espera a que estemos en momentos críticos para mostrar su lado bueno, en este caso, su brillo bueno.

El resplandor del fénix fue inolvidable. El pájaro era del tamaño de un cisne, y su cuerpo tenía gran similitud con dicha ave. Sus colores eran rojizos agresivos, y un límite dorado parecía contornear su cuerpo. Las plumas que más resaltaban eran las de la cola y la cabeza: grandes y de muchos colores, desde el verde hasta el amarillo. Su sola presencia en aquella zona blanca hasta el infinito traía una sensación de tranquilidad única. Antonio se levantó e hizo crecer con sus poderes una llama de las tantas que fulguraban del ave. El ave se dio cuenta de la intención del hombre por capturarlo, pero antes de escapar decidió batallar con él. Antonio formaba remolinos gigantescos de fuego tratando de atrapar al ave, mientras intentaba escapar de aquel ataque cruzado que venía de todos los lados. Lennart se sorprendió de todo el dominio que tenía su Maestro sobre el tercer elemento: el fuego. Di Fellatio seguía peleando por no dejar que el ave escapase, cuando súbitamente ésta salió directamente hacia él como un proyectil. Antonio se agachó justo a tiempo, a la vez que se levantaba y formaba otro remolino que confundió al ave y la botó directamente al suelo. Se acercó rápidamente al lugar donde cayó y comenzó a decir unas palabras rituales, con las que lograría dominar la voluntad del ave. No terminó de recitarlas, porque vio al pobre fénix muy mal herido y decidió curarlo. El fénix, al ver el gesto tan bondadoso del hombre, y después de haber reconocido su poder, decidió acompañarlo desde ese momento a todo lugar.

Ambos se volvieron inseparables. Siempre se veía junto a Antonio el resplandor de la mítica ave y todos entendían que él era un hombre realmente poderoso, capaz de someter a las criaturas legendarias. Muchas veces, Lennart se sintió desplazado por aquella ave, pero sabía que estaba en la naturaleza de su Maestro ser algo cruel con los que lo acompañaban. Hubiera seguido contándole más de su vida a Helena, pero ya era tarde.

-Me encantaría seguir oyendo tu relato, pero ya es tarde y debo regresar a Palacio.

Lennart se entristeció.

-Lo entiendo. Será mejor que vayas pronto, ya se acerca el sol a la línea del horizonte.

Helena se despidió y salió muy veloz encima de Ashta. Lennart se dio cuenta que estaba enamorado de alguien a quien acababa de conocer, y no sabía si era bueno o malo, porque nada cambiaría su opinión de aquella bella muchacha.

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