martes, 30 de septiembre de 2008

amiga de grandes dias (remembranza de nuestra primera partida)

arriesgada y estupida me critico un maestro por mi apertura pero, ¿a quién le importa?
Yo juego orgullosamente la apertura escocesa y cuando muevo el peón a d4 estoy cien por ciento seguro de que mi centro quedará muy débil a cambio del glorioso desarrollo repentino de todas mis fichas atacando al flanco del rey negro.
Es verdad que es suicida, es verdad que si las negras se conducen bien y soportan mi gambito (aunque en casos no tengo ni la más mínima idea de cómo llega a convertirse en un fiancheto) estaré perdido. Miles de veces me ha fallado y aún recuerdo mi primera vez con ella.
El ajedrez no es un juego de azar, sino un juego racional. El desarrollo del juego es tan complejo que ni aun los mejores jugadores (o los más potentes ordenadores existentes) pueden llegar a considerar todas sus contingencias: aunque sólo se juega en un tablero con 64 casillas y 32 trebejos al inicio, el número de posibilidades que pueden lograrse excede el número de átomos en el universo.
Pero no nos desviemos del recuerdo. Fue hace un año (para la posteridad, 2004, este es un escrito antiguo que encontré en mis cajones) cuando me encontré en un auditorio jugando contra un tipo dos veces mi tamaño. Era arrogante por la mirada e insuficiente: las chicas lo miraban y alababan. Intimidado me di cuenta de que era simplemente un grandulón más que quería demostrarse fuerte frente a un pequeño como yo era. Jugué y al verlo mover el caballo a c6 me di cuenta de que por fin podría experimentar con la apertura que tanto defendió Kasparov.
Saqué mi peón. Los dos al centro y él a uno mató. Tanteé el terreno, él estaba sonriendo y muy confiado así que arremetí con mi gambito. Regalé tres peones para poder sacar mi dama antes de tiempo, para que él tuviese solamente un caballo afuera mientras yo un caballo, un alfil y mi poderosa Dama.
Fue inútil, me venció y perdí la fé en tan cruel intento. Pero, ¿de verdad me iba a rendir tan fácilmente? Estudié y estudié hasta que pronto no había variante desconocida para mí. Dominé cada una de las líneas y pronto la convertí en mi arma más poderosa pero, ¿dónde estaba aquel que me humillo con una torre y un alfil bien ubicado?
Lo reencontré dos años después. Me arriesgue en el torneo de mayores a pesar de que podría haber entrado a sub-16 o sub-18. Vale que perdí muchas partidas pero él también; hasta que finalmente nos tocó.
Al fin el momento tan esperado...
La venganza...


Es cierto que gané pero jugando la española y con negras XD

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