sábado, 6 de diciembre de 2008

El crisantemo de mi madre

La madre tenía una hija y la hija cuidaba de un jardín. En él, había un pequeño crisantemo de los de antes, de los originales, aquellos que tenían únicamente poco más de diez pétalos. La niña cuidaba pródigamente de esta flor porque era de todas las del jardín su predilecta. Llegó el invierno y todas las demás flores murieron pero el crisantemo seguía solitario en medio del patio de la casa.
Un día, su madre cayó enferma gravemente, y cada día que pasaba su situación empeoraba así como recrudecía el invierno. La hija la cuidaba con mucho cariño y su padre gastaba todo el dinero de la familia en médicos que simplemente decían desconocer la enfermedad. Intentaban con todo, desde medicamentos ingleses hasta remedios de argento y nada resultaba. Pronto la desauciaron y el frío aumentaba y a niña lloraba más, hasta que una noche de tantas se dio cuenta que el pobre crisantemo tenía dos pétalos y nada más. Fue cuando un cuervo se acercó y le dijo 'que la cantidad de pétalos en la flor era la cantidad de días de vida de su madre'
Fue algo muiuy bizarro. Generalmente uno no se espera este tipo de revelaciones de un animal como es el cuervo pero la niña entre el pánico y la esperanza se dejó deprimir más. Quedaban dos pétalos y dos días para que su madre dejase este mundo para siempre, pero ¿habrí alguna solución?
La niña salió sin abrigo, sin sandalias a la fría noche y pisando la nieve se adentro en el jardín hasta acercarse a aquella pequeña planta blanca como el horizonte y con una tijera escondida entre su camisón fue cortando poco a poco los pétalos hasta volverlos pequeños pero muchos, muchísimos más que los dos originales. Su madre se curó instantáneamente y nadie se explicó como pudo vivir muchos años más y que de repente el crisantemo fuese tan abundante en pétalos que en algunos sitios lo llaman pompón. Al menos así lo cuenta mi madre...

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