martes, 18 de noviembre de 2008

II Parte. Nieve. 2.4

[Una vez más, retomo la historia perdida del forastero, de Deydra, de Axel Agadir pero sobre todo, de Helena y de Lennart...]

El forastero se acercaba cada vez más al misterio de la nieve. La aldea estaba callada y la gente no se movía. Al acercarse pudo ver que todos estaban congelados, como si alguien los hubiese petrificado al mismo tiempo a todos. Los alimentos no perecerian nunca y el fuego estaba como encapsulado en una barrera de cristal. Mientras avanzaba por la aldea claras imagenes volvieron a su mente, de un destierro, de una tortura. Se vio asi mismo en un paraje que habia olvidado, en medio de troncos secos y rafagas implacables hasta que se dio cuenta que estaba de nuevo alli. Quiso volver pero ya era tarde: la aldea no estaba y el forastero estaba una vez mas en Niflheim.
El invierno helado era su pesadilla. La ultima vez lo resacto Axel Agadir pero tal vez ahora no viniese nadie. Es verdad que la única vez que el forastero estuvo en Niflheim fue por error y logró salir por pura casualidad. A pesar de que era discipulo del mismisimo Jose Delaura, no tenia ningun poder sobre los elementos o algun conjuro que lo obedeciese. Caminó y caminó hasta que encontro una estatua dedicada a Hel, la reina de aquel infierno helado que vive bajo una de las raices de Yggdrasil. Más allá encontró una especie de sendero escondido entre la nieve insondable: supo inmediatamente que era el Hellway, el camino hacia el Helheim. El forastero lo siguio varios dias, tantos que nunca supo cuantos porque en aquel lugar nunca amanecia ni anochecia. El camino iba hacia el norte, lejos del reino del rey Gonzalo, y siempre iba cuesta abajo, dificultando cada vez mas el caminar lento. Se canso y poco a poco olvidaba las cosas. Olvidó que estaba buscando la razón de la nieve multicolor y olvidó dónde estaba. No podía recordar a dónde iba y el porque era un misterio más grande aún. Pero lo que nunca olvidaría jamás, lo que nadie lograría jamás sería borrar a Lucía de su mente.
Pensaba en ella mientras caminaba. Pensaba en ella cuando caía rendido en medio de la nieve y soñaba con ella incluso cuando estaba despierto. Se preguntaba si ya habría encontrado a Aquel que buscaba con tanto ahínco y si ya se habría dado cuenta de todo lo que sentía por ella.
Caminaba inerte, pensando en la blancura de aquella criatura celestial y sobretodo en su frialdad al hablar. ¿De verdad la vida sería tan complicada?
Es cierto que Lucía tiene la misma edad del Universo pero, ¿eso significa que es mejor perseguir a alguien durante millones de años a tratar de perseguir tu felicidad?
El forastero tenía ganas de volver a verla y abrazarla y decirle finalmente que estaba enamorado de un ángel, no de cualquier ángel sino del ángel vengador, la mano justiciera, la bella niña con piel color pan. De repente el forastero choco con un muro blanco, alto como nada e infinito en sus limites. Tenia varias puertas y el aire a putrefaccion estaba tan presente como lo estaba en la mitad de la estatua. Aun su cabeza estaba con Lucia y no reconocio donde estaba hasta que oyo los gritos.
Un hombre escualido, moribundo, dando su ultimo respiro en el grito de panico al verse de repente encadenado. El hombre gritaba desesperado cuando la Puerta se abrió. Miles de sirvientes encapuchados fueron a recibir al hombre atormentado que vio con su ultima gota de esperanza como el Sol se desvanecía para siempre. El hombre había muerto y el forastero se hallaba en la entrada de Helheim.

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