miércoles, 21 de mayo de 2008

II Parte. Nieve. 1.4

Los hechos que permanecen en tu memoria se convierten luego en tu propia realidad. El forastero solamente recordaba la sensación de fuego y hielo, fuego porque sintió como si el hielo le quemase la piel. No supo cuanto tiempo estuvo dormido, solamente que alguien lo levantaba en sus brazos y lo llevaba a algún lugar donde todo era violeta. Al abrir los ojos nuevamente se encontró en un mundo ficticio: todo era purpúreo. Creyó marearse por los tonos irreales y luego se dio cuenta que tenía todo el cuerpo entumecido. Alrededor suyo había un par de carpas levantadas en torno a una fogata. Una par de hombres acomodaban unas espadas y otros tantos se alejaban para buscar algo. De un pañuelo nació un hombre imponente como el mismo cielo, la autoridad se veía en su aura y el dolor en su cara. Su ropa era más oscura que la de los demás guerreros pero también daba una impresión de mayor fortaleza, y luego de unos instantes reconoció al hombre que el mismo encontró a las puertas del Niflheim un año atrás a punto de morir. Por alguna razón del destino ahora era el príncipe Agadir quien lo salvaba de morir congelado.

-Buen día forastero. Un poco más y no salías de esta.

El forastero se levantó con dificultad y sueño. El ruido del mundo se había ido para siempre en aquella pradera púrpura hasta el final. Una frazada roja lo cubría y nadie más que el príncipe parecía percatarse de su existencia. El príncipe se sentó frente a él, al otro lado de la hoguera. Lo miraba divertido, casi como si lo reconociese pero aún preguntándose de donde. El joven rostro del príncipe, tal vez unos cuantos años mayor que él, le inspiraba una total y sincera confianza. Entonces intentó hablar pero se dio cuenta de que su lengua también estaba adormecida así que esperó un poco más. Cuando habló, el príncipe lo escuchó con calma y serenamente le explicó lo poco que sabía, casi nada en verdad.

-Es sencillo, hace un mes una nevada repentina cubrió todo el mundo.

-Todo el reino querrá decir,- corrigió el forastero.

-No hombre, todo el mundo de verdad.

La verdad era más asimilable que la nueva tonalidad violácea de las cosas. Según las noticias de los pocos emisarios que no habían perecido bajo el manto púrpura, la mayoría de las regiones estaban iguales o peor que aquella aldea donde estaban sentados. Según algunos reportes muchos puertos desaparecieron y ciudades enteras quedaron bloqueadas por todos sus accesos. Al príncipe Agadir y a su guardia personal la fuerte nevada los había atrapado cuando estos regresaban de Belfast de una misión muy importante. Ahora intentaban regresar a la capital de su reino pero casi todos los caminos estaban cerrados o simplemente ya no existían, por eso es que ahora estando tan al sur encontraron por alguna razón aquel hombre tirado en la alfombra morada. Lo anómalo de la situación era que cuando levantaron al hombre vieron tierra después de varias semanas, estaba debajo de él. Era como si aquel individuo hubiese caído antes que la nieve y que simplemente en aquel sitio no hubiese nevado más que unos pocos centímetros.

Luego de que el forastero escuchó al príncipe, éste le ordenó acompañarlos hasta la capital para asegurarse de que no sucumbiera nuevamente bajo el inclemente clima. El forastero aceptó gustoso, y no dudó en responder con la verdad cuando al día siguiente ya lejos de aquella aldea el príncipe Agadir le preguntara acerca de su identidad.

-Yo soy el que no tiene nombre.

Axel creyó que era un disparate empezar a anunciarse así pero igual escuchó todo el relato. Aquel joven que no aparentaba más de veinte años decía ser el único aprendiz de José Delaura, el añejo benefactor de Andalucía. En algún momento, en algún lugar cercano a Belfast, José Delaura conoció a la única persona capaz de cambiar su vida. ¿Pero será realmente algo relevante en nuestro infrecuente relato? Más tarde veremos que es algo fundamental entender el porqué las personas aprecian esas cosas pequeñas que para otros son simples tonterías.

Entre tanto, el Príncipe Agadir escuchaba con tanto entusiasmo como idea que tenía de las cosas que mencionaba aquel muchacho de blanco ausente entre tanta nieve violácea. A veces lamenta estas miles de faltas pero el Príncipe Agadir no puede hacer más, no es el ser perfecto que todos creen que es. Muchos lo creen un guerrero de dos metros capaz de enfrentar a veinte hombres y salir campante sin dar queja alguna de la pelea. Otros tanto lo ven como un hombre tal vez no pacifista pero siempre dispuesto a evitar los disturbios. Es guerrero por naturaleza pero a grandes costos, tantos que miles de veces se sintió caer y desfallecer para no poder seguir: en la Galia Vijei, el cazador de la Muerte, casi le mata solamente para atraer a Thanatos cerca de ellos; en Zerstören su ejército casi es diezmado por la imprudencia de un general que quiso enfrentar a Lucifer mismo; y por no dar mayor alcance a este relato no hace falta recordar que Axel sobrevivió al invierno eterno de Niflheim. Pocas personas le han preguntado alguna vez como se siente y él siempre ha respondido lo mismo.

-Igual que ayer.

No es una respuesta en el sentido estricto de que resuelva nuestras dudas porque cada vez que alguien intentaba saber como se había sentido el día anterior, Axel rehuía el tema de la misma manera que su prometida Helena rehuía contar sus secretos.

Eran tal para cual. Helena buscaba alguien como Axel y ella era el tipo de persona con quien deseaba pasar el resto de sus días. Ella era su ángel de la guarda, la que siempre pensaba en él, la que le daba aliento de vida incluso en las situaciones más exasperadas, aquella con la que siempre podría contar. Los príncipes llevaban ya casi dos años de compromiso cuando conocieron la prueba que tal vez los terminaría por hacer separar para siempre: Helena conoció a Lennart.

Nadie conoce lo que dice el libro del destino porque si lo hubiera sabido en algún momento Lennart mismo se hubiera encargado de arrancar las páginas que mencionaban su encuentro con la bella princesa hija del Rey Gonzalo. No es que el encuentro fuera origen de un caos cósmico como en realidad lo fue, sino que además involucró a personajes que no venían a cuento dentro de un final que está destinado a cumplirse de todas formas. Después del fatídico encuentro con Lennart, Axel desapareció del reino y volvió solamente con una consigna en su mente: volver a tomar a Helena de la mano pero ahora como su marido y ella convertida en su mujer. Claro, nadie había vuelto a ver a Helena desde la aparición de Reigynleif sobre la plaza de la capital, cosa que volvía más difícil el encuentro entre los dos esposos. Axel no desistía y comenzó a buscarla en todo lugar: desde el comienzo del continente negro allá cerca a la Ciudad de los Inmortales hasta las gélidas tierras que le dieron origen algún día. Luego comenzó a buscar a la valquiria Reigynleif para averiguar por fin dónde estaba su amada pero fue en vano ya que, ¿quién sabe la localización de una valquiria? Le hablaron acerca de un viejo bibliotecario que conocía los secretos de Asgard de labios de su único visitante mortal. La gente decía que vivía en retiro en su pequeña tienda de libros allá en la lejana ciudad de Belfast, así que el Príncipe Agadir no perdió el tiempo y se puso en camino inmediatamente. Cuando llegó, encontró sólo restos de hojas y vidrios rotos; al parecer había alguien que no quería que un conocimiento de los tantos del viejo Bora llegase al vulgo. Ya sin esperanza de encontrar a su amada, Axel tomó el camino de regreso hacia el reino que no solamente le daba cobijo, sino que también algún día le había dado amor. En esto estaba cuando lo sorprendió la nevada multicolor. Inmediatamente comenzó a acelerar para llegar lo más antes posible al reino cuando se encontró con aquel chico botado en medio de la nieve. Era nada más que una mancha blanca en medio del manto violáceo. Al parecer su relato iba a tomar días y Axel hace mucho ya que había perdido el hilo así que se levantó y dijo “Forastero, acompáñame a mi reino. Allí encontrarás albergue y comida”. Muy agradecido, el forastero aceptó la invitación y se puso en camino junto a la escolta real.


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