viernes, 23 de mayo de 2008

II Parte. Nieve. 1.9

Efectivamente el forastero pensaba en ella por más que pugnaba por olvidarla. Era una carga en su corazón y él ahora tenía que encontrar la solución a aquella alfombra de colores que cubría toda la tierra. La razón tal vez nunca nadie la encontrará, dijo el sabio rey Gonzalo, así que hay que preocuparnos en devolver al mundo a su estado original. El forastero ahora vivía temporalmente en el inmenso castillo de la capital de la ciudad del Rey Gonzalo quien lo acogió como a un hijo cuando escuchó la manera en que lo encontraron a punto de morir congelado. El Príncipe Axel Agadir se aseguró personalmente de que la estancia del extraño fuese de su completo agrado mientras se investigaba acerca del misterio de la nieve. De todas formas poco sabían de este particular fenómeno celeste que cubrió el mundo en menos de tres días. El porqué era de diferentes colores en cada región del mundo era tan inexplicable como el hecho de que la nieve no se derritiera ni por más que se le acercase al fuego. Tenía la misma consistencia de la nieve, la misma densidad y sin embargo parecía no fundirse con nada. El forastero fue de los primeros en presenciar la repentina desaparición de la nieve una madrugada en que buscaba un poco de ajenjo para calmar el insomnio, y también fue uno de los primeros en sospechar que esta repentina desaparición traería consecuencias que luego fueron confirmadas por la horrible helada que puso fin a la ganadería y la agricultura del reino. La gente no abandonó sus moradas durante casi un mes cuando se vieron obligados a buscar provisiones. Ni el reino ni el mundo nunca antes habían tenido que enfrentar tremendo caos, ni siquiera en la época en que todo era agua o cuando las nubes no volvieron y el sol quemó a su antojo todo lo que de pecado estaba manchado. El forastero se preguntó cuál sería la causa de tantos desastres, el porqué de repente el dios de Lucía había decidido castigar a toda la humanidad. Un día dejó para siempre el castillo. Estaba decidido a no volver nunca a pesar de la grata hospitalidad del Rey Gonzalo y de la Reina Beatriz pero sabía que él no era para este tipo de vida en la que todo es cómodo, en la que no hay necesidad de salir de palacio.

No hay comentarios: