viernes, 30 de mayo de 2008

Cuando acaba la noche ¬¬

Mientras la comida se enfriaba en la mesa, él seguía sin escribir ni una sola línea para el artículo que le habían pedido en el periódico. Aunque debía entregarlo antes de las tres de la mañana, él había esperado hasta el último momento para comenzar a escribirlo. La verdad, él trataba de esquivar su responsabilidad, debido al objetivo del artículo requerido.
-Mejor acaba eso rápido, que ya no pienso volver a calentarte la sopa- dijo enérgicamente su mujer desde el cuarto, por encima del ruido del televisor.
-Déjame empezar siquiera- respondió él, aunque sabía que no lograba concentrarse por su intento de escuchar el televisor encendido en el cuarto conyugal. Se rascaba la barbilla mientras iniciaba de nuevo su tentativa de escribir el artículo. La idea lo atormentaba. Su jefe, alguien muy cruel para encomendarle la tarea que ahora le pesaba, le había encargado escribir acerca de porqué votar por tal candidato y porqué votar por el otro. Mejor dicho: debía explicar las cualidades de Alan García y de Ollanta Humala para que luego los lectores decidieran cuál era el mejor de acuerdo a sus cualidades. Sin embargo, ninguno de los lo convencían, ya que tenía planeado votar en blanco el domingo.
-Si quieres algo de ayuda para tu columna, están pasando las últimas declaraciones de Gonzalo García Núñez en las noticias. Parece que...
-¡Por favor mujer! ¡Cállate!
No se calló, sino que simplemente se limitó a murmurar en el cuarto, obviamente molesta con la respuesta tan agresiva de parte de su pareja. Él se acordó entonces de la ocasión en que intentó obtener unos cuantos minutos para entrevistar al señor candidato Ollanta Humala. Esperó cuatro horas en el local principal del partido, hasta que alguien se dignó a decirle que el señor Humala no estaba disponible para periodistas, pero que podía atenderlo su segundo vicepresidente, el señor Gonzalo García Núñez. Él, indignado por todo el tiempo que perdió, no se molestó en contestar, sino que salió del lugar dispuesto a conseguir una entrevista con el otro candidato en forma de venganza. La obtuvo fácilmente, gracias a sus credenciales y a su reputación de ser el periodista estrella de uno de los principales tabloides del país. El señor García se mostró muy entusiasmado al comienzo, pero al ir avanzando la conversación, el candidato empezó a exasperarse con las preguntas que hacía su interlocutor acerca de su anterior gobierno. Llegado cierto momento, finalizó la reunión.
-Lo siento- aludió- pero tengo que ir a un mitin en Villa El Salvador. Ya sabe, el pueblo es primero.
¿Por qué no pensó eso en su anterior gobierno? García había tenido muchos errores en su anterior gobierno, y ahora volvía a mandarse a la candidatura con un slogan poco convincente: “Alan, el cambio responsable” Él creía que era una irresponsabilidad dejar a alguien así experimentar con nuestro país, después de haberse burlado de todos los peruanos al llevar al país a una de sus peores crisis económicas. La gente padecía hambre, mientras el terrorismo proliferaba en todo el territorio nacional. Sin embargo, el periodista no era humalista. Tenía muchísimas críticas en contra de García, pero tenía otro tanto para el señor Humala. No confiaba en él por sus relaciones con ciertas personas de poca confianza, y por ciertos rumores que decían que él había cometido crímenes en contra de los derechos humanos, que iban desde secuestros y torturas, hasta asesinatos. Pero también estaba su plan de gobierno, si es que se le podía calificar así. En realidad decía muchas cosas, y planteaba soluciones muy sencillas para problemas muy profundos, y, en algunos casos, propuestas sin fundamento real. Claro que ningún candidato era perfecto, pero en este caso, en su opinión, no había un candidato mejor o menos malo que el otro.
-Por otro lado, los preparativos para el mundial se aceleran y miles de fanáticos... “¡El Mundial!” pensó. Desde que se sentó en el escritorio, no se había acordado de que ya faltaba poco para este acontecimiento que había estado esperando desde hace ya mucho tiempo. Él, un gran fanático del deporte rey, que no se perdía ningún partido de sus equipos favoritos, se dio cuenta de lo absurdo que parecía aquella situación en ese momento: él, sentado solo en la sala, tratando de empezar algo que ni siquiera deseaba hacer, y encima, muriéndose de hambre, hasta que el comentario de la televisión en el cuarto del fondo lo sacó de su ensimismamiento.
Entonces se decidió.
-¡Verónica!
-¿Qué quieres?
-¡Caliéntame la comida!
Verónica apareció en el umbral de la sala con su bata rosa y su cabello despeinado.
-¿Crees que te la voy a calentar por segunda vez? Además, ni siquiera has empezado a escribir tu artículo- dijo, al tiempo que veía la máquina de escribir.
-Ya lo sé, pero decidí no hacerlo. Ya responderé mañana ante mi jefe.
Ella lo miró extrañada. “Debe haberse dado cuenta que ningún candidato es mejor que el otro” Aunque sonaba un poco absurdo sabiendo que él era periodista, decidió calentar la comida y no volver a mencionar el artículo nunca más.

Junio, 2006.

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