viernes, 23 de mayo de 2008

II Parte. Nieve. 1.8

Lucía no encontró las palabras precisas para pedirle que se quedara con ella, no porque lo quisiera, sino por borrar otro dolor.

Nunca duerme, es cierto pero sí se agota. Solamente Dios le dio consuelo en cierta inexplicable ternura de un mortal que ni nombre propio posee. No está prendida de él pero de alguna forma lo necesita, se siente menos sola o tal vez es el simple deseo de batallar contra la costumbre. Pocos humanos la han visto en toda su plenitud, para ser exactos solamente tres: Helena, Lennart y el forastero. Lucía apareció en el momento más ingrato para proteger a Helena de las garras de Lucifer, pero Lennart confundió todo e interfirió en los planes del Creador. Lucía nunca entendió porque los efímeros humanos son capaces de sacrificar todo por amor, un sentimiento que nadie en el Universo ha podido definir concisamente. Podía válidamente concebir que un ser eterno como su especie lo sacrifique todo por algo ya que tienen el tiempo del mundo literalmente para recuperar lo que se pierda a cambio; en cambio, un mortal no se puede dar el lujo de desperdiciar su único tiempo de vida en este miserable planeta donde abunda la maldad más que el mismo bien. Razones dicen que sobran pero aunque ella quiera no lo sabe, es de esas cosas que su naturaleza no le permite admitir. Lucifer le imploró dejara ir a Helena, que Él la protegería pero ella no le creyó, todos saben las intenciones del Demonio a dónde van. Sin embargo, aquel espíritu celestial que alguna vez fue su hermano le rogaba, se lo imploraba pero ¿vale tanto acaso la vida de un ser humano? De todas formas siempre se tiene que terminar, el hecho de prolongar la existencia significa aumentar el riesgo de sufrimiento así que, ¿para qué esforzarse en hacer padecer angustias a alguien? Es cruel, exacto de la naturaleza que ella suponía del Ángel Caído, porque a pesar que ella estaba en la tierra durante milenios nunca se había encontrado cara a cara con aquél que causó el destierro de su amado. En el Paraíso solamente escuchó la noticia de que la luz más brillante de todas acababa de nacer pero ella le restó importancia por estar embotada en Ville. Conocía el Mal de cerca y sin embargo no conocía su origen exacto.

La nevada trajo tristeza y ella se agotó más. El frío hizo la inactividad en la humanidad cada vez más persistente, lo que tuvo por insospechada consecuencia la disminución del mal en la mayoría de las regiones. No solamente los crímenes se redujeron sino también la taza de mortandad que en una época invernal suele aumentar de manera geométrica. Era más que indudable de que algo raro pasaba y Lucía inmediatamente lo atribuyó a Lucifer, no por correlación de ideas sino por hábito. Así que inmediatamente se puso en camino a averiguar quién estaba detrás de todas estas anomalías.

Lucía se frustró una y otra vez. En ningún lugar encontraba la respuesta que quería, la verdad. En una aldea cercana a Berito decían que todo se debía a la desaparición de la Dama del Agua, la única que conocía el alma de los mortales con sólo mirarlos. Lucía lo descartó porque sabía que así llamaban a Deydra y ella no tenía poder alguno para hacer tremendo cambio global. En Sin donde solamente los guerreros reales mantenían cierta paz tensa, el Emperador le dijo que todo era culpa de sus superiores, de los Dioses que de pronto decidieron abandonar a los humanos a su propia suerte. En Belfast la gente encendía velas y rezaba fervorosamente por la inmediata aparición del Mesías, anunciada por Joaquín el Juez. Esta era por supuesto la reacción de la comunidad judía en todas partes y de otros tantos alarmistas que aseguraron este era el fin del mundo, el tan ansiado Juicio, la drástica condena a la humanidad. Entre los nórdicos y muchos otros se hablaba del comienzo del Ragnarok precedido por tres rigurosos inviernos que borrarían a la humanidad de la faz del planeta. Los cristianos decían que era una de las señales mediante las cuales Jesucristo nos llamaba a la redención. Pero Lucía sabía que el Señor no necesitaba hacer sufrir a su gente para traerla a su regazo y también sabía que aquella locura del final de los tiempos era una exageración de los pesimistas y una esperanza para los judíos que creían firmemente resucitar algún día. Entonces por más que buscó no encontró, por más que se esforzó se sintió pronto inútil sin poder ayudar a la humanidad. No se sintió mal porque no estaba en su naturaleza ese tipo de frustración pero no supo porqué extrañó de repente estar junto al forastero. No podía ser nostalgia porque eso hubiera significado que le gustaría estar con él ahora mismo. ¿Y por qué no? No debería hacerse esa pregunta. La simple idea la desvía de su senda y la aleja de la tranquilidad. ¿Por qué los humanos necesitan amarse? Porque son débiles, porque se sienten siempre inferiores llenos de defectos, por eso buscan a alguien que sea solidario con ellos, deben vivir en comunidad, no pueden vivir solos. Aquel que lo intenta fracasa por más que intente engañarse.

Que simple sería vivir con los demás.

Pero no puedo, nunca me aceptarían, no entenderían mis diferencias. Los humanos son egoístas, creen que son la especie más perfecta, se sienten superiores porque pueden maltratar a unos cuantos animales. No pueden concebir que un solo ángel del Señor bastaría para aniquilar a miles de ellos. ¿Por qué tanta arrogancia?

¿Por qué quieres ser como ellos entonces?

Yo no dije eso. No soy un ser humano, si intentase vivir entre ellos me exiliarían por ser diferente, por no ser como ellos. Ellos creen que lo extraño es siempre malo, por eso se niegan a creer en nosotros; no pueden entender que hay más de un mundo, no pueden pensar que hay un plano más allá de lo físico en el cual se libran las verdaderas batallas del Universo. Son tan ingenuos, tan...

Descubrieron el fuego y facilitaron su vida. También tienen muchas virtudes, son capaces de creer hasta el final de que algo saldrá bien a pesar de que la realidad demuestre lo contrario, son tercos y perseverantes, y muchos solamente buscan un poco cariño en este mundo, nada más.

Es cierto.

Lo mismo que tú estás buscando. Te culpas a ti misma de tus carencias y no te das cuenta que la felicidad está en otras cosas.

La felicidad es algo que no puede ser obtenido. Es un camino para recorrer, pero nunca se llega al final. Puede que en ciertos momentos la veamos más cerca que nunca y nos consideremos felices de verdad. Solamente podemos soñar con eso, distinguirla en atisbos y en dosis reducidas, así nos mantendremos constantemente en lucha por ella. Así tendremos necesidad siempre de alguien con quien compartir todo aquello sino, ¿para qué? Necesitamos vivir en colectividad, no podemos cuestionarlo.

Entonces no tiene nada de malo pensar en él, ¿no?

No, no era malo, pero tampoco sabía si era bueno. Ella era muy diferente a todos y a la vez de la misma madera que todos. Seguramente él también buscaba la respuesta en algún lugar y tal vez siguiera pensando en ella.

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